El 13 de julio, en Teherán, el dÃa previo a la firma del convenio nuclear de Irán con seis potencias mundiales y la Comunidad Europea, se realizó un capÃtulo más del juicio secreto por espionaje contra el periodista norteamericano-iranà Jason Rezaian, jefe del despacho del Washington Post en Teherán.
Rezaian y su esposa, la periodista iranà Yegani Saleh, corresponsal de medios del golfo Pérsico, fueron arrestados hace un año bajo cargos de ser espÃas para Estados Unidos y otros Gobiernos occidentales. ¿Cuáles otros? Posiblemente algunos de los firmantes del acuerdo nuclear. Saleh obtuvo su excarcelación mediante una fianza.
Rezaian, de padre iranà y madre estadounidense, hizo estudios de posgrado en la New School University de Nueva York con merecido éxito. Su desempeño en tareas de comunicación para el Washington Post ha sido intachable. Asimismo, el diario para el que trabaja distarÃa de comulgar con planes ilegales de la administración en Washington.
Calificados expertos de la ONU han puntualizado las violaciones iranÃes de las normas internacionales relativas a los derechos que le asisten a Rezaian. El secretismo de los procedimientos seguidos contra el joven periodista, de 36 años, arrestado en una prisión para delincuentes peligrosos, viola los valores fundamentales del derecho a la defensa. Este capÃtulo evoca las cárceles de Hitler, Stalin y de tantos otros despotismos que han ensombrecido la historia polÃtica mundial.
La lamentable situación de Rezaian y muchos otros contrasta con la beatÃfica sonrisa del canciller iranà de visita por las capitales de Europa. Esto nos conduce a preguntar por qué los Gobiernos suscriptores del convenio nuclear no movieron un dedo para exigir de la teocracia el respeto a los cánones humanitarios.
Interrogado por la prensa, el secretario de Estado, John Kerry, evadió responder con claridad por qué no suscitó el tema de los seis norteamericanos (incluido Rezaian) encarcelados en Irán. En otros foros, ha esgrimido la excusa de no distraer a los iranÃes con asuntos ajenos al negocio nuclear.
La administración en Washington se apresta a desembolsarle a Irán los montos congelados de la teocracia desde el 2012. Se trata, al menos, de $100.000 millones. Estas sumas podrÃan enjuagar en algún grado los reclamos adjudicados por los tribunales estadounidenses a las vÃctimas del terrorismo propagado por Irán. Si la administración se empeña en dárselos a Teherán, su destino serÃa posiblemente el mismo elenco terrorista que generó los reclamos. Tales injusticias se fraguan en los laberintos persas.