Un antiguo discípulo universitario, ahora más viejito, tras obtener una fortunita en el comercio centroamericano decidió hacer estudios de posgrado en Estados Unidos. En su más reciente visita me planteó un caso teórico que es objeto de análisis en uno de sus cursos. Veamos de qué se trata.
El anexo de un olvidado convenio le encomendó a Managua verter el informe definitivo así como retener la custodia y vigilancia de todos los sitios involucrados y los documentos oficiales de disputa sobre límites con Costa Rica. Y, por si faltara, lo resuelto por Nicaragua en el litigio carecería de apelación.
La abrumadora mayoría de los costarricenses, incluido este humilde servidor, nos revolcaríamos de la risa ante tal disparate. Sin embargo, nadie debería sonreír de antemano, ya que la hipotética norma en cuestión salió del anexo de una de las tantas convenciones que suelen dormir en los rincones ignotos y polvorientos de la OEA. Y, a estas alturas, nadie sabe nada.
En tales circunstancias, ¿cuál sería su recomendación?, preguntó mi exdiscípulo. Cuando intentamos reeditar el enredo, no hubo forma. En otras palabras, en tales circunstancias los ticos quedaríamos en manos de Daniel Ortega.
Días después de haber conversado con mi antiguo estudiante, la prensa digital difundió una extraña noticia. Resulta que las inspecciones consignadas en el acuerdo nuclear de las seis potencias mundiales con Irán, según la Casa Blanca, serían inmediatas, es decir, en las siguientes 24 horas. Lamentablemente, el convenio con Irán establece un plazo de 24 días previos para cualquier inspección y todas estarían a cargo de la Agencia Internacional de Energía Atómica (conocida por sus sigla en inglés IAEA).
El acuerdo también establece que las inspecciones de los edificios y laboratorios donde originalmente se iniciaron las andanzas nucleares de los ayatolás, en Parchin, así como otras conexas, se regularán por un anexo al citado convenio.
Este anexo estipula que la IAEA encargará a personal iraní a realizar las indicadas inspecciones. En otras palabras, los inspectores serán los mismos inspeccionados o, para decirlo con mayor claridad, los inspeccionados ejercerán su autoinspección y autovigilancia de sitios de particular relevancia en el convenio debido a que contienen posibles evidencias sobre el desarrollo nuclear de Irán.
Los acuerdos con la IAEA figuran como “anexos” y ahora revisten gran importancia para los gobiernos interesados.
Sobra señalar que las nuevas sobre el hallazgo han corrido como la pólvora en el Capitolio. Titulares como “autoinspección en Irán” ya son tema de comedias. ¿Podrán dormir tranquilos los responsables de esta inaudita burla?