En algunos estudios sobre la política exterior se cita el fenómeno de la personalización de la diplomacia. Esto significa que la posición del país ante la comunidad internacional se torna en una campaña del gobernante para promover su figura y, algunas veces, verter su animosidad contra algún colega o personalidad de otro país.
Dicha patología no es exclusiva de una sola nación. Los costarricenses, por ejemplo, la sufrimos en tiempos no muy lejanos. Y creo haberla discernido en días recientes en un sonado episodio de la diplomacia norteamericana.
El viernes pasado, el Consejo de Seguridad de la ONU, aprobó por mayoría plena, exceptuando la abstención de Estados Unidos, una declaración de condena contra Israel por el tema de los asentamientos judíos en tierras que los palestinos reclaman como suyas.
En el pasado, el Consejo de Seguridad ha conocido proyectos similares que no prosperaron por el veto de Estados Unidos. En esta ocasión, Estados Unidos se abstuvo, no interpuso su veto, y la declaración fue aprobada. Nótese que el citado Consejo no es precisamente un círculo de democracias, empezando por Venezuela y algunas autocracias afroasiáticas.
Sin embargo, y con toda razón, la resolución del cuento sienta un precedente negativo y poco halagador para Israel en un momento histórico en que el Estado hebreo incrementa su presencia en Asia y África mediante asistencia técnica y médica, y en otras partes. Pero, ante todo, el acuerdo del Consejo de Seguridad no resiste un análisis jurídico y político serio.
Poco a poco ha salido a la luz que este paso fue un parto cerebral del presidente Barack Obama. No fue una medida súbita sino un proyecto que el mandatario venía cocinando durante largos meses. Su origen son las presuntas ofensas de Netanyahu contra él, el presidente.
Se dice que el mayor de dichos pecados fue la comparecencia del gobernante hebreo a una reunión plena del Congreso norteamericano sin haberle consultado de antemano a la Casa Blanca. La sesión fue interpretada por muchos como un sopetón a Obama. Además, los republicanos dominaban la Cámara Baja. Por otra parte, la “química” entre ambos gobernantes se ha desmejorado, dicen algunos, conforme se aprecia en citas posteriores.
Quizás así sea. También se habla de una cumbre en París en enero, antes de la inauguración presidencial en Washington, que serviría para multiplicar el impacto dañino de lo que se aprobó el viernes en la ONU.
En todo caso, el 20 de enero será la toma de posesión del nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien ha evidenciado una mejor disposición hacia Israel que el saliente.