Allá por 1990, circuló la noticia de una joven estudiante norteamericana, Lori Berenson, que tenÃa problemas con la justicia en El Salvador. Años después, un profesor universitario de Nueva York, Mark Berenson, a quien no conocÃa, me buscó en la Embajada de Costa Rica en Washington.
Era un hombre tranquilo y educado, y el motivo de la visita era solicitar apoyo del Gobierno para la petición de algunas organizaciones de polémica fama, de liberar a su hija Lori de la cárcel en Perú.
Muy humano su pedido, pero no vi el interés de Costa Rica para inmiscuirse en ese lÃo, y asÃ, más o menos, se lo comuniqué. Otros gobiernos de la región siguieron igual curso. Le recomendé en cambio hacer gestiones con el Departamento de Estado, pues Lori era ciudadana norteamericana.
El profesor Berenson, si mal no recuerdo, vino a la embajada en una segunda ocasión, esta vez con la esposa, y me relató el estado de sus gestiones. No volvà a saber de don Mark, pero seguà por la prensa las incidencias del affaire Berenson.
Ampliando los antecedentes, supe que Lori habÃa abandonado sus estudios en el MIT, nada menos, y viajó a El Salvador para ayudar como fotógrafa e intérprete a un alto comandante de la guerrilla llamado Leonel González.
Recordemos que el proceso de paz liderado por el presidente Alfredo Cristiani concretó los acuerdos en el hermano paÃs. Por cierto, el comandante González era realmente Salvador Sánchez Cerén, actual presidente de El Salvador.
Pero, de vuelta a Lori, en Lima se enredó con pistoleros del MRTA (Movimiento Revolucionario Tupac Amaru), catalogado local e internacionalmente como entidad terrorista con la que compartió una amplia vivienda en Lima.
Su palmarés resultó ser de alto voltaje, con secuestros, asesinatos, asaltos de bancos y otras maldades que la hundieron en la apreciación de la PolicÃa y las Fuerzas Armadas.
Entre tanto, Lori se radicalizó, al punto de presentarse ante el tribunal que la juzgaba levantando el puño desafiante en la proclama "patria o muerte". Muchas incidencias en años posteriores incluyeron amorÃos y hasta el nacimiento de un hijo en prisión.
La suerte de Lori cambió al abrigo de las transformaciones polÃticas en Perú y, tras 20 años en la cárcel, la semana pasada partió donde sus padres en Nueva York. Don Mark debe estar feliz. Lamentablemente, Lori será recordada por generaciones de peruanos como la terrorista que fue.