Enrique Peña Nieto cada dÃa implora por unas gotas de gloria. Solo asÃ, cree él, podrÃa romper la cadena de infortunios que lo mantiene aplastado en el 20% de las encuestas que sentencian su impopularidad. Sumemos las versiones de los medios sobre el plagio de su tesis para graduarse de la universidad. Agreguemos a su desgracia el decaimiento económico que aflige a México.
Para los cÃrculos informales de jóvenes profesionales, el problema de Peña Nieto es que le falta ángel. Igual conclusión comparten chorros de entristecidos conciudadanos. Esto es grave: en el lenguaje de las masas, faltarle el ángel a alguien equivale a llamarle tonto.
Al recuento de la sangre y arena se suman reportajes de los oscuros negocios de bienes raÃces que supuestamente engrosan dÃa a dÃa la billetera de la primera dama. Tampoco ayuda que la doña sea una célebre protagonista de telenovelas rosa que a la fecha no han atenuado el descrédito presidencial.
Con el trasfondo lamentable y oscuro del hundimiento presidencial, un buen dÃa se le encendió (o le encendieron) al mandatario una lucecita en el cerebro: convidar a Donald Trump a compartir con él unos tequilitas en la mansión presidencial. Cuando el mandatario discutió el tema con sus asesores y amigos, el rechazo a invitar a Los Pinos al forjador de insultos graves y reiterativos al pueblo mexicano, fue contundente.
El candidato republicano era, según el criterio de los consejeros, persona non grata en México. Y discutir con el equipo de asesores no fue fácil para Peña Nieto. No obstante, se exploró la idea a la luz del efecto positivo que quizás la visita tendrÃa en Estados Unidos y tal vez entre algunos formadores de opinión norteamericanos.
Al final se resolvió convidar a Trump y a su adversaria demócrata, Hillary Clinton, quien no aceptó. Y asÃ, se hizo la luz. En todo caso, para quienes deseen más detalles de esta aventura tapatÃa, les aconsejo leer en los principales medios de Estados Unidos asà como en la prensa mexicana una descripción de los aquelarres en Los Pinos en torno al convite.
Trump llegó y recibió trato a pedir de boca. El helicóptero de Peña Nieto lo trasladó a la Casa Presidencial, donde fue recibido por don Enrique. Hubo discursos al concluir la cita en los que ni se chistó sobre el pago del muro fronterizo ni las expulsiones masivas de indocumentados. De vuelta en Arizona para una concentración masiva de trumpistas, Trump retomó su discurso racista e insultante contra los mexicanos. Achará tantos honores para el desteñido visitante. Peña Nieto perdió y Trump, posiblemente, también. Veamos las próximas encuestas.