Por tres lustros, Brasil ha sido una historia de éxito, con rápido crecimiento económico, aumento de la clase media y fuerte disminución de la pobreza y la desigualdad. Además, estos logros fueron alcanzados en un contexto de cambio polÃtico responsable.
Sin embargo, últimamente Brasil ha perdido el ritmo del crecimiento y ofrece ejemplos aleccionadores sobre los costos de descuidar la competitividad. De igual manera, permite analizar los riesgos de ciertas polÃticas para desalentar el ingreso de capitales extranjeros, golondrinas o no.
Al asumir la presidencia de Brasil, al inicio del 2011, Dilma Rousseff parecÃa la figura polÃtica más afortunada del planeta, pues heredó un paÃs que en el 2010 habÃa crecido un 7,5 por ciento, con inmensos recursos naturales y exitosos programas sociales, que han contribuido a sacar millones de personas de la pobreza y sumarlas a la clase media.
¿Habrá pensado la nueva presidenta que la feliz racha durarÃa para siempre?
En agosto de 2011, mientras una agencia evaluadora rebajaba la calificación crediticia de Estados Unidos, y Europa se debatÃa en la crisis del euro, Rousseff declaró que "esta es la segunda vez que una crisis afecta al mundo y es la segunda vez que Brasil no se ve afectado".
Lo único malo de este recuento es que el año pasado la economÃa brasileña apenas creció 0,9 por ciento y sus exportaciones declinaron 5,3 por ciento. Y si bien algunos atribuyen el problema a una baja en la demanda de China, esto no parece tan evidente si se considera que naciones con similar exposición como Chile y Perú logran un crecimiento económico alto y sostenido. Para estar claros, no se trata de que Brasil ya no vaya crecer, pues se espera un repunte para este año. Pero sà parece evidente que para este paÃs se acabaron los años de crecimiento acelerado, a no ser que adopte profundas reformas estructurales.
Pérdida de competitividad. Los problemas de infraestructura empiezan a brotar por todas partes.
En los últimos meses se han producido varios apagones eléctricos masivos y no es casualidad que hace solo dos semanas, el Gobierno haya destinado $5.500 millones para crear una lÃnea "salvavidas", como la llamó el ministro de EnergÃa, Edison Lobao, para las empresas de distribución eléctrica.
La semana pasada, el Gobierno también anunció que para satisfacer la demanda de energÃa, necesita incrementar la capacidad instalada en 110 Ghw en los próximos 15 años. El problema es que esto representarÃa casi otro tanto de la capacidad de generación que el paÃs ha logrado acumular en toda su historia, que es actualmente de 121Ghw. A tÃtulo comparativo, lo que necesita adicionarse en 15 años, es 8 veces la capacidad instalada (14 Gwh) de la gigantesca planta de Itaipú.
Profundas carencias afectan infraestructura vital en carreteras, lÃneas férreas, puertos y aeropuertos. No obstante, el Gobierno ha sido lento en atraer la necesaria inversión privada en estos rubros. The Economist ha señalado que después de vender el 51 por ciento de acciones en tres aeropuertos, en febrero 2012, el gobierno de Rousseff "tuvo segundos pensamientos y pasó el resto del año sondeando a los operadores extranjeros para determinar si considerarÃan comprar participaciones minoritarias en la siguiente ronda de ofertas. Solo cuando no encontraron interesados, los oficiales encargados decidieron continuar vendiendo participaciones mayoritarias". Pero, este giro implicó perder un valioso año en estas inversiones.
Controles de capital. En todo caso, es posible que una de las principales causas de la desaceleración económica del paÃs haya obedecido a un error bienintencionado en la lucha por detener el fuerte incremento de capitales extranjeros y evitar que el real siguiera apreciándose. Esta es la teorÃa esbozada por Tony Volpón, estratega para mercados emergentes del banco Nomura, quien sostiene que el "frenazo súbito" de la economÃa brasileña en el 2012, fue autoinfligido como resultado de la "imposición de controles de capital hostiles a la inversión" que, a través de varios canales, afectaron el crecimiento del crédito y la inversión.
Una investigación de Kristin Forbes, de la Sloan School of Management de MIT, junto con economistas del Banco Central Europeo, sobre los controles de capital adoptados por Brasil, parecen dar asidero a lo afirmado por Volpon.
El estudio arribó a la conclusión de que los cambios en el impuesto a los ingresos de capital implicaron que dejaron de arribar $28-32.000 millones a Brasil. Y, además de la cifra, está el hecho de que el impacto no se debió tanto al costo directo de los controles, sino a la señal que envió a los inversionistas sobre lo que podrÃa ser la actitud futura del Gobierno brasileño hacia la inversión extranjera.
Estas conclusiones guardan una obvia relevancia para nuestro paÃs, en momentos en que se discute el mejor modo de contrarrestar los flujos de capital "golondrina" que provocan una apreciación del colón y afectan la competitividad de nuestros exporta-dores y del sector turismo.
Sin embargo, el caso brasileño también evidencia que incluso cuando la economÃa marcha bien, los paÃses no pueden dejar de lado las reformas necesarias para fortalecer la competitividad.
Dada la intensa competencia mundial prevaleciente, quienes se dan el lujo de ignorar esta advertencia, pierden el ritmo del crecimiento y se reducen a observar cómo sus vecinos avanzan más rápido.