Un comunicado de la Reserva Federal, el 9 de agosto, fue portador de noticias desalentadoras para Estados Unidos y, en particular, para el presidente Barack Obama. De acuerdo con ese pronunciamiento, el crecimiento económico ha sido considerablemente más lento de lo esperado, las condiciones del mercado laboral se han deteriorado y el gasto familiar se mantiene estancado. Asimismo, el sector de la vivienda continúa deprimido y, si bien las inversiones de las empresas en equipos se expanden y la inflación es muy baja, la Reserva Federal se comprometió a mantener su tasa de interés al actual nivel, cercano al cero por ciento, "por lo menos hasta mediados del 2013".
En términos polÃtico-electorales, la Reserva Federal le pronosticó a Obama que su eventual reelección, en noviembre del 2012, estarÃa enmarcada por una economÃa deprimida y, por ende, cuesta arriba. Si el adagio de que "es la economÃa, estúpido" (como James Carville advirtió en la campaña de Bill Clinton contra George H. Bush en 1992) sigue válido, Obama corre el riesgo de convertirse en un presidente de solo un perÃodo. El ejemplo más cercano de un mandatario demócrata en esa condición serÃa Jimmy Carter.
Por cierto, muchos de quienes critican al actual ejecutivo, crecientemente advierten ese paralelismo.
Las penurias económicas, con su alto porcentaje de desempleo (alrededor del 9%), han matizado el desplome de Obama en las encuestas de opinión, hoy con apenas el 39% de aprobación. Para un presidente acostumbrado a más del 50%, la situación es poco halagueña.
Falta de liderazgo. Esas encuestas, sin embargo, parecieran reflejar algo más grave: los cuestionamientos que, a diestra y siniestra, proliferan sobre la falta de liderazgo de Obama. AsÃ, la degradación de la deuda estadounidense por Standard & Poor (S&P), las negociaciones sobre la elevación del lÃmite de endeudamiento público, y hasta la polÃtica exterior, han dado lugar para que la gestión del actual presidente la critiquen tanto su propia base partidaria como sus adversarios conservadores.
Tomemos el caso de la evaluación de la deuda estadounidense. Cuando S&P anunció la baja de triple A a doble A+, la Casa Blanca y el Tesoro reaccionaron atacando a la empresa evaluadora. No dudamos de que hay –y habrá— ángulos flacos en los cálculos y estimaciones de S&P, que tuvo yerros evidentes sopesando el mercado hipotecario. Pero lo cierto es que las cifras son preocupantes, y desde que Obama llegó a la presidencia el gasto y la deuda se dispararon a pasos agigantados. Recordemos que hasta inicios del presente año el Congreso estuvo dominado por el Partido Demócrata que, precisamente por el desenfreno estéril en el gasto, sufrió un severo revés en las elecciones de medio perÃodo el pasado noviembre.
Con todo, el liderazgo de Obama, golpeado por esa derrota, crujió con el resultado de la negociación para elevar el lÃmite de la deuda, durante la cual se le observó ausentarse a mitad del camino.
A partir de ese punto, una marejada de crÃticas de parte de liberales, entre ellos Paul Krugman desde su columna en el New York Times, anonadaron a la Casa Blanca con ácidos comentarios en páginas de opinión amigas.
Unos pocos ejemplos en esa corriente incluyen a Richard Cohen, en el Washington Post, quien ahora considera que Obama apenas serÃa un buen jefe de despacho en la Casa Blanca, porque como presidente carece de habilidad polÃtica. De paso, tampoco lo considera un buen orador debido a su estilo frÃo y desconectado de la audiencia. Matt Miller, también en el Washington Post, tituló su columna "¿Por qué estamos hartos de Obama?" Al otro lado, Peggy Noonan, en el Wall Street Journal, calificó a Obama de "loser", en español "perdedor," término que en inglés tiene mucha mayor carga anÃmica. En el mismo diario, James Taranto advirtió que "los progresistas crecientemente miran a Obama como un perdedor."
PolÃtica exterior errática. En la polÃtica exterior las crÃticas dirigidas contra el presidente son también pesadas. Se le objeta su inacción en Irán, Siria y aun Egipto, sus extraños virajes con respecto a Israel, su ausencia de Latinoamérica y sus equÃvocos en Honduras y en particular Cuba. El respetado Fouad Ajami considera a Obama un pesimista: "La paralizante verdad de la presidencia de Obama es la bajÃsima expectativa que tiene con respecto a Estados Unidos. Él no habÃa llegado a la presidencia para despertar al pueblo con optimistas preceptos, sino a administrar su ocaso dentro y más allá de las fronteras." Y, por supuesto, sus interminables excusas ante el mundo islámico han creado tremendo desconcierto.
Con todo, falta año y medio para las elecciones y mucho puede cambiar en el mapa polÃtico norteamericano. En este sentido, los republicanos están apenas en proceso de escoger candidato presidencial. Asimismo, la figura del demócrata Harry Truman, quien décadas atrás logró vencer en una áspera elección que muchos de sus partidarios creyeron perdida. Y nadie cuestiona hoy la disciplina del infatigable candidato Obama. Mas, ¿estará Obama preparado para la transformación de su persona, con los cambios de estilo y pensamiento que demandarÃa mejorar sus posibilidades de reelección?