La conocida revista brasileña Veja (Vea) caracterizó, sin rodeos, el 2 de abril último, “la red de terror islámico en Brasil”, que logró descubrir en una minuciosa investigación: “La PolicÃa Federal (brasileña) tiene pruebas de que al-Qaeda y otras cuatro organizaciones extremistas usan el paÃs para divulgar propaganda, planear atentados, financiar operaciones y reclutar militantes”.
Además de al-Qaeda, la revista determinó que actúan en el gigante sureño terroristas de Hamás, Hezbolá y otros dos grupos. Uno de los casos que documentaron fue el de Khaled HuseÃn AlÃ, un libanés que ha residido en Brasil desde hace veinte años y que, desde la ciudad de Sao Paulo, coordina extremistas en 17 paÃses. Tras una larga pesquisa, Alà fue detenido en marzo del 2009 y acusado por la PolicÃa ante los órganos judiciales.
Por su parte, el fiscal argentino Alberto Nisman denunció, tras conocer estos desarrollos, que el terrorista iranà Moshen Rabbani, uno de los principales autores del atentado contra el centro de la comunidad judÃa en Buenos Aires en 1994, entra y sale con frecuencia de Brasil para visitar a su hermano.
Si bien Rabbani usa documentos falsos, Nisman no se explica cómo las autoridades brasileñas no lo han reconocido y detenido ya que su fotografÃa se encuentra en las órdenes de captura internacional emitidas por Interpol. “Las autoridades brasileñas podrÃan haberlo detenido si tuviesen un mÃnimo de cuidado”, dijo Nisman al diario °ä±ô²¹°ùòÔ.
Hacerse la vista gorda. Eso no pareciera ser casualidad. Veja también fue categórica al denunciar que la respuesta brasileña frente a este grave problema deja mucho que desear. A su juicio, existe entre las autoridades un “discurso dudoso e incoherente que facilita el afianzamiento de organizaciones extremistas en Brasil que crean grandes riesgos para el futuro inmediato”.
Los hechos parecen darle la razón. El terrorista Alà solo estuvo 21 dÃas en la cárcel, porque la FiscalÃa brasileña decidió no levantarle cargos, a pesar de las sólidas pruebas aportadas por la PolicÃa. Para colmos, el terrorismo aún no es delito en Brasil.
El lunes 11 de abril la revista profundizó en lo que podrÃa explicar esta indolencia. El tunecino Manar Skandrani, quien está bajo constante monitoreo de la Interpol por sospechas de terrorismo, no solo es amigo de un diputado del Partido de los Trabajadores (PT) oficialista, sino que este lo invitó a mudarse a Brasil en el 2004. En una ocasión que lo detuvieron en el aeropuerto por violar las leyes sobre acarreo de dinero, establecidas precisamente para evitar el lavado y el financiamiento al terrorismo o al narcotráfico, el diputado oficialista intervino para liberarlo.
Por su parte, el empresario Mohamad Alà Laila, tÃo de otro terrorista entrenado por al-Qaeda en Afganistán y de quien se sospecha es el encargado de proporcionar pasaportes brasileños falsos a los radicales de ese grupo, presume –con razón– de la gran amistad que lo une al expresidente Lula da Silva. En efecto, Laila fue siempre parte de las delegaciones oficiales en las visitas de Lula al Oriente Medio, incluyendo Irán, y tiene una estrecha relación con el presidente iranÃ, Mohamed Ahmadineyad.
La conducta de Lula da Silva en esta materia es sorprendente. Al fin y al cabo, Lula validó las pretensiones nucleares de Irán, financista y patrón de Hezbolá. En parte, lo hizo para congraciarse con la galerÃa izquierdista de su partido, y en parte por pura vanidad. En cuanto a lo primero, Lula fue un gobernante cuidadoso en el ámbito fiscal y monetario, lo cual lo alejó de la ortodoxia izquierdista de su agrupación. Sin embargo, Lula se empeñó en desafiar en todo lo que fuese posible a Estados Unidos con el propósito de evidenciar independencia y llenar su ambición de pasar a la historia como el lÃder que logró obtener estatus de gran potencia para Brasil. Sus gestos de apoyo a Irán y su tolerancia de las actividades de estos terroristas, confirman esa estrategia.
No es en vano, pues, que a pesar de las documentadas denuncias de Veja, la diputada del PT Janete Pie-tá haya dicho, ante la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, en representación de su bancada, que “no hay terrorismo en Brasil”. Apague y vámonos.
Afortunadamente, hay voces más cuerdas. La presidenta Dilma Rousseff está tratando de mejorar la relación con los Estados Unidos y sabe que mayor seriedad en este campo es necesaria en esa tarea. Por su parte, la citada Comisión de Relaciones Exteriores acordó investigar la penetración terrorista en su paÃs y citó al director de la PolicÃa Federal y al de la Agencia Brasileña de Inteligencia a una sesión secreta para examinar el tema. Según divulgó Veja este lunes 11, se espera que la Comisión de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados también investigue el problema y los congresistas se aboquen a dictar una ley contra el terrorismo.
En todo caso, la presencia cada vez más fuerte de terroristas islámicos en nuestro continente, con la complicidad de actores irresponsables como Lula y la activa promoción de Hugo Chávez, como ya hemos examinado en otros artÃculos, indica que es hora de extremar precauciones, especialmente en paÃses como los nuestros, que tienen muchas limitaciones de recursos humanos y materiales en la lucha antiterrorista.