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Commentary
La Nacin (Costa Rica)

La llamada

Una breve conversacin telefnica del presidente electo, Donald Trump, con la presidenta de Taiwn, Tsai Ing-wen, el viernes, desat un huracn en Washington DC. ?Se justificaba la tremolina? Veamos.

China, la gigantesca potencia asitica, de cara a Taiwn reclama el monopolio en sus relaciones con Estados Unidos. Por ejemplo, China mantiene frenada a Corea del Norte. Por su parte, Taiwn es un amigo peque?o, pero democrtico y muy avanzado en su tecnologa.

Con todo, un acuerdo de 1979 entre Washington y Pekn consagr la poltica de una China, a raz de las noveles relaciones diplomticas y comerciales entre ambas potencias. No obstante, los especiales vnculos con Taiwn persisten hasta hoy. En el 2015, una superventa de avanzados armamentos norteamericanos a Taiwn gener un aluvin de protestas chinas. Y cada instancia de acomodamiento entre los norteamericanos y los taiwaneses ha servido de detonante para las rabietas de Pekn. Pero este tipo de ventisca casi nunca llega a convertirse en tifn.

Trump ha mantenido una excelente relacin con Taiwn, donde es sumamente conocido y popular. Por ello, era lo ms natural recibir una felicitacin de la presidenta taiwanesa con motivo de su eleccin a la presidencia estadounidense.

Este simple trasfondo no bast para los pietistas del protocolo, quienes se rasgaron las vestiduras y anunciaron un severo quebranto y tormentas con rayos y centellas chinas. El segundo acto del drama fue la exculpatoria de que Trump no admitira asesoramientos para algo tan normal como un llamado de felicitacin de su amiga la presidenta taiwanesa. Con esa misma naturalidad, convers con el hombre fuerte filipino a quien invit a su inauguracin presidencial. Igual sucedi con el mandams paquistan y una sonada lista de personajes.

Tanto barullo por la llamada del cuento fue descartado por otros profetas menos turbados, quienes se?alaron que las barreras protocolarias operan para presidentes en ejercicio, y Trump an no lo es. Otros agregan que incluso si lo fuera, el llamado de una amiga presidenta de un peque?o aliado no quedara sin la atencin debida.

A estas alturas, los vientos parecen haber cedido. El asunto fue discutido en los shows polticos del domingo sin ninguna alharaca. Posiblemente, la atencin pblica fue secuestrada por el beisbol. Ya esta semana el asunto pas a las pginas internas de los diarios.

En Washington, nunca faltan escndalos y, a la postre, se desinflan. Por otra parte, nada impide que alguno de esos miniescndalos gane msculo y estatura. En mucho depender del palmars de los personajes. Si no, que lo diga el jovial Bill Clinton.