El tañido de las campanas suele anunciar portentos de paz y fraternal armonÃa en Brasil. Sin embargo, hay clamores de las voces crÃticas del despilfarro, el vulgar robo y las extorsiones por chorros que salpican a los más altos niveles del Gobierno y las instituciones estatales.
En el mejor de los casos se tratarÃa quizás de pecados legalmente perdonables, opción hoy descartada a la luz de la piñata que se viene desenfundando dÃa y noche.
Hablamos dÃas atrás del tema. Pero la rapidez de nuevos elementos deberÃa ser conocida por los amigos lectores. El saqueo que revela el affaire Petrobras ha sido gigantesco e histórico. Su magnitud resulta astronómica para la gran mayorÃa del público y de quienes pueblan los cuadros burocráticos del Estado y sus instituciones.
Y, por ahora, los grandes capitanes de la banca, la industria y el comercio, permanecen en la acera de enfrente sin que nadie ose predecir el destino del cuadro callejero.
El vértigo del saqueo se centra actualmente en el superexpresidente Luiz Inácio Lula da Silva, popularmente conocido como Lula, a secas. Durante los dos cuatrienios que duró su mando, los logros fueron considerados milagrosos. No solamente se elevaron los salarios y la producción nacional, sino también los corazones desbordantes de fervor patriótico y de gratitud perenne hacia Lula.
Fue asà como Dilma, hoy hundida en el fango del escándalo de Petrobras, pretendió darle vuelta a la tortilla nombrando a su expatrón y paternal amigo Lula para una chamba ministerial que podrÃa bloquear las redes de la Ley alrededor del expresidente. Este truco, no obstante, fue, a su vez, bloqueado por el juez encargado del capÃtulo Lula en los estrados judiciales.
El Lulazo aparentemente naufragó hace pocos dÃas y Dilma –también prensada por diversas acciones legales– se ha quedado helada por el fatal sino que parece agobiar el futuro del cÃrculo presidencial.
La prensa dice que los juristas pro Lula estudian los próximos pasos y gozan hasta el 30 de marzo para formular sus pretensiones. En este sentido, las últimas encuestas revelan que las preferencias populares se vuelcan en favor de destronar a Dilma y a sus compinches.
El escándalo resbala al ritmo de la zamba que emana de las protestas. Pareciera que el destino de Dilma, Lula y sus respectivas combas yace también en la calle, madrina de desventuras para la clase polÃtica reinante.