En el drama de la polÃtica electoral estadounidense, se enfrentan dos candidatos para la presidencia de esa nación: la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump. Hay un par adicional de postulantes independientes cuyo impacto es marginal en la selva de las encuestas.
En el ámbito interno de Estados Unidos, hay inmensos retos, desde las relaciones raciales hasta la seguridad social. Asimismo, ocupa un lugar preponderante el espinoso tema del derecho a portar armas. Estos son apenas los tÃtulos de campos sumamente complejos que atañen a la vida diaria de individuos y familias. En cada uno de ellos, hay un mar de cuestionamientos que demandan la atención perenne del presidente.
En el teatro internacional, Estados Unidos ejerce una influencia vital para infinidad de paÃses y pueblos. Este campo no se reduce a visitas sorpresivas con cajas de chocolates en la mano. En particular, tampoco depende de la simpatÃa que exprese el ocupante de la Casa Blanca ni el emisario, embajador o presidente de una potencia foránea. Señalamos lo anterior por la proclividad de Trump a improvisar sus aventuras en el exterior como si fueran safaris o los concursos de belleza que sus empresas organizan.
Al breviario que antecede, debemos agregar las situaciones agudas que desafÃan la paz y la democracia, entre ellas, las guerras, insurgencias o chantajes y el difÃcil menú de la arrogancia china en su entorno y las volteretas rusas. Hay un trasfondo obligado en el hecho de ser Estados Unidos la mayor potencia mundial y la amenaza constante de conflictos bélicos que se arremolinan y son susceptibles de escalar a enfrentamientos difÃciles.
Por su experiencia amplia en la diplomacia y los conflictos que actualmente enfrenta Estados Unidos, Clinton califica como una gran lÃder de su nación. Sin embargo, carga con imágenes de enredos financieros y problemas matrimoniales. En estos dÃas se encuentra afligida por el escándalo de los servidores de correos en su domicilio donde se mezclaron los asuntos oficiales con los personales.